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martes, 22 de diciembre de 2009

Derechos Humanos:
Las abuelas de Plaza de Mayo anunciaron la identificación del nieto número 100



El nieto recuperado número 100 es medio hermano de los hijos de Raquel Negro. El joven es medio hermano de Sabrina Gullino, la hija de Valenzuela y Raquel Negro que nació en 1978 en el Hospital Militar de Paraná, y que sigue buscando a su mellizo.

Con el nombre del padre confirmado

Matías fue criado por su madre Norma Espinosa. Su padre Tulio Valenzuela desapareció antes de poder reconocerlo. Recién a partir de la constatación de los datos genéticos con los de la familia de su padre pudo ratificar su identidad.


Tulio Valenzuela y Norma Espinosa

Las Abuelas de Plaza de Mayo anunciaron la recuperación del nieto número cien. En este caso, la historia es distinta a la de otros nietos apropiados ilegítimamente durante la última dictadura militar. Matías es el hijo de Tulio Valenzuela y de Norma Espinosa, ambos militantes de Montoneros. Tulio murió en 1978, cercado por un grupo de tareas de la ESMA, y como estaba en la clandestinidad nunca pudo reconocerlo. Matías siempre vivió con Norma y siempre supo que era hijo de los dos, pero recién ahora pudo cruzar los datos genéticos suyos con los de la familia de su padre alojados en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi). Con ese resultado también puede obtener el apellido de su padre.

“El caso de Matías es un caso atípico”, explicó Estela Carlotto a Página/12. “Porque él no estuvo desaparecido, sino que recuperó la identidad, es un nieto cuya identidad estaba partida por la mitad porque su papá Tulio Valenzuela lo alcanzó a conocer pero no a reconocer con su apellido porque lo secuestraron, Norma Espinosa, su mamá, le fue contando algo de la historia y él, bueno, de adulto empezó a querer tener la historia completa con el apellido del papá.”

Necesitó acudir a Abuelas porque la historia no era fácil, dice Carlotto. “No era fácil porque no tenía contacto con la familia paterna, la familia no creía en esa historia; muchas familias a veces se cierran a ciertas cosas que les parecen extraterrestres y era que él, el Tucho (Tulio), había formado pareja con Norma y nace este niño de esa relación, y luego la vida continúa y espera un hijo con Raquel Negro, cosas que ocurren con el amor; finalmente entre gente normal que se enamora y se desenamora.”

Edgar Tulio Valenzuela nació, en 1945, en San Juan y en 1963 viajó a instalarse en Buenos Aires para hacer la carrera de Derecho en la UBA. Empezó a militar mientras estudiaba, primero lo hizo en la Juventud Peronista y años más tarde en Montoneros. Vivió en Jujuy, en la Regional de Rosario y quedó detenido por primera vez en 1972, alojado en la cárcel de máxima seguridad de Rawson donde, luego de la fuga de los dirigentes del ERP, FAR y Montoneros, quedó como segundo jefe de la organización. El 25 de mayo de 1973 salió en libertad con la asunción del “Tío” Héctor Cámpora.

Pasaron ocho años hasta su muerte. Tulio o Tucho, como lo llama Estela Carlotto, volvió a Rosario, se exilió tras el golpe de marzo de 1976 y volvió a Argentina en diciembre de 1977. El 2 de enero de 1978 cayó secuestrado con quien en ese momento era su mujer Raquel Negro, que estaba embarazada de siete meses, y con el hijo más grande de ella. Todos fueron alojados en el centro clandestino Quinta de Funes, a 20 kilómetros de Rosario. Lo que pasó con ellos a partir de ese momento volvió a recordarse en diciembre del año pasado, cuando Abuelas anunció la restitución de la nieta número 96. Tulio y Raquel fraguaron durante el cautiverio un pacto con los militares, él se fue a México para participar de un supuesto plan de ejecución a Mario Firmenich. En México denunció, en cambio, el plan ante la prensa, se quedó allá durante cinco meses y volvió para la Contraofensiva. En tanto, Raquel dio a luz a dos bebés en el Hospital Militar de Paraná. Según la investigación de Abuelas, un niño y una niña. Del niño se supo que podría haber muerto en ese momento. De la niña, en cambio, que quedó en un hogar de niños al cuidado de una congregación de monjas que aparentemente la entregó en adopción.

Sabrina fue restituida por Abuelas, pero su familia todavía no entendía bien la historia de Matías. Según el comunicado de Abuelas, la relación entre Tulio y Norma fue anterior. Tulio conoció a Norma Espinosa a mediados de 1974, luego de la primera salida de la cárcel, mientras militaba en la columna oeste de Montoneros en la zona de San Justo. A fines de 1974 empezaron una relación de pareja, la organización trasladó a Tulio a Santa Fe y Norma lo acompañó. Luego del primer mes, en julio de 1975, ella quedó embarazada, pero enseguida se separaron. Norma volvió a Buenos Aires, se desconectó de la militancia y se fue a vivir a la casa de sus padres, a la espera del nacimiento de su hijo. Matías nació el 6 de marzo de 1976 en Lomas de Zamora. A los seis meses, su madre organizó un encuentro con su padre porque quería que se conocieran, pero Tulio no pudo darle el apellido a su hijo en ese momento, como sucedió con muchos otros militantes políticos, por la situación de clandestinidad. Matías se crió desde entonces con su madre y no mantuvo contacto con la familia de su padre. Terminó el secundario, estudió educación física y a pesar de que desde chico su madre le contó los detalles de la historia de su padre, recién durante la adolescencia –dice el comunicado de Abuelas–, él tomó conciencia de lo que significaba todo eso.

“No fue fácil este caso”, dice Estela. Matías se había acercado alguna vez a Abuelas, pero volvió a acercarse cuando apareció Sabrina. “Recién entonces él se animó a venir nuevamente para iniciar la búsqueda en la Conadi de sus datos genéticos, lo cual le facilita ahora el reconocimiento de su apellido paterno.”

Matías terminó los exámenes a mediados de este año. Recién entonces pudo reencontrarse con toda su familia. Las Abuelas mientras tanto siguieron trabajando en la causa. Estela Carlotto dice que todavía no está tan claro, por ejemplo, que el hijo varón de Tulio y de Raquel Negro nacido en cautiverio esté muerto. “O si está muerto tiene que aparecer el cuerpo.”

Alejandra Dandan





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