Ni la modificación de la Constitución de la república Argentina en 1994, que declaró que las comunidades indígenas son preexistentes al propio nacimiento del Estado nacional, ni la adhesión a tratados internacionales que les otorgan el tratamiento de "pueblos" (ley 24.071 – Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo), lograron zanjar la deuda que la sociedad tiene con los pueblos originarios. "Reivindico de mis mayores la manera de multiplicar con agradecimiento lo poco que tenían", dijo a AIM Martín Ponce, chef de origen huarpe radicado en Colón, Entre Ríos.
A menudo olvidamos nuestros orígenes, circunstancia tan peligrosa como no recordar quiénes somos. La vida diaria nos sumerge en preocupaciones, y por eso se dejan de lado las cosas importantes, muchas de ellas relacionadas con nuestra cultura.
Lo cierto es que la historia oficial ignoró hasta hace poco que en Argentina pre-existen más de 30 naciones originarias y negó siempre que esa enorme riqueza cultural representa más de 20 idiomas preexistentes al castellano; cosmovisiones milenarias que a pesar de más de cinco siglos de represión religiosa, política, militar y policial mantienen el vínculo y la interdependencia con los mundos naturales; normas de justicia y convivencia que permiten mantener un sistema comunitario de vida, en muchos territorios donde no llega el Estado.
Todos somos originarios
El profesor Juan José Rossi dice en el artículo titulado "Las carencias de los gestores políticos del Mayo de 1810… y de ahora", publicado en su sitio web, que "Mayo es motivo de celebración y de reconocimiento a nuestros antepasados por haber imaginado y pensado desde su realidad una salida honorable de la dependencia absurda del invasor europeo. Pero sobre todo es, o debería ser, como lo hicieron ellos en aquellos días, una instancia de reflexión creativa que nos conduzca paulatinamente a la construcción de un sistema más justo y al enriquecimiento de nuestra identidad".
Rossi propone en el texto "solo un esbozo del proceso que, en las últimas décadas, es analizado en profundidad por varias disciplinas antropológicas e históricas y que cada individuo puede y debería ampliar en tanto aquella remota historia es ‘tan nuestra’ como la niñez y la adolescencia para cada persona".
Y prosigue: "por aquella dicotomía que instalaron pacientemente los europeos a partir de 1492 entre historia ‘de los indios’ y ‘la nuestra’, resulta difícil captar que todo el despliegue intelectual, científico y tecnológico actual no sería una realidad ─por cierto muy desigual según a qué región o país del mundo nos refiramos─ si el hombre desde que inició su fascinante aventura no hubiera avanzado paso a paso a lo largo y ancho del planeta, acumulando conocimientos experimentales y deductivos. No hay genios que aparecen por generación espontánea. Sí, todos los hombres, unos más otros menos de acuerdo al esfuerzo que realicemos y las condiciones de vida que nos toque en suerte, gracias a la experiencia consecutiva de miles de años heredamos gran capacidad de relación y acrecentamiento de los conocimientos adquiridos progresivamente. Es tan absurdo sentirse superiores a nuestros antepasados remotos cuanto inferiores en la escala humana a algunos de nuestros contemporáneos o a las generaciones futuras. Más aún, es posible, y así lo creo, que las culturas pasadas hayan sido más coherentes y satisfactorias que las actuales. Tema éste instalado en el corazón de la ‘postmodernidad’ porque día a día nos estamos percatando que frente a la tecnología subyugante y la corrupción creciente en desmedro de la mayoría, corremos serios riesgos de perder lo más característico del hombre: la libertad de elegir el propio destino y la creatividad para ser feliz aquí y ahora".
En "¿Existen pueblos 'originarios' en el continente?", el investigador sostiene que "estrictamente hablando, no existen o, por el contrario, todas las culturas y los pueblos emergentes en esta tierra son originarios. Inclusive entre nosotros, habitantes del continente mal llamado 'América', todos los pueblos que lo conformamos actualmente, aún cuando desde el punto de vista biológico difícilmente podamos saber con certeza si somos o no de origen biológico pre-invasión europea, ni tengamos conciencia de ello, somos originarios. Sin duda un fenómeno complejo que cristalizó a lo largo de milenios, desde el origen de la humanidad, más aún, que cristaliza y cristalizará teniendo en cuenta sobre todo que estos diversos emergentes se dieron y se dan con influencias y entrecruzamientos internos y territorialmente foráneos, a veces difíciles de detectar, en especial cuando media alguna invasión compulsiva en algún momento del proceso histórico local como sucedió entre los siglos XVI y XVIII y sigue sucediendo de forma intensa a raíz de la movilidad planetaria y la globalización compulsiva".
"Lo que existió existe y existirá", dice Rossi, y señala que "en América o en cualquier otro continente, sobre todo en Europa, aunque lo disimule con su típico eurocentrismo, es un proceso dinámico, causal, zigzagueante y de permanentes entrecruzamientos, influencias e intercambios de la humanidad que habita este o cualquier otro continente o región, como puede ser, por ejemplo, América en general o La Patagonia y el Litoral argentino en particular".
Nuestra raíz charrúa
El historiador uruguayo Gonzalo Abella, en su libro "Nuestra raíz charrúa", señala que "cada año, nuevos datos desmienten la historia oficial. Todo conmueve los estereotipos oficialistas, creados con la complicidad de los oligarcas de ayer, padres de los de hoy, para ocultar el genocidio del siglo XIX. Cuando el volumen de hallazgos hizo que los mismos trascendieran (gracias al trabajo de periodistas e investigadores independientes) el oficialismo empezó a sugerir la existencia de culturas anteriores, pre-indígenas, mejor dotadas intelectualmente que los 'indios'. Se busca negar paternidad charrúa a todo elemento cultural precolombino que aparezca en nuestro suelo".
Abella agrega que "los investigadores oficialistas llegaron a sugerir que el nombre 'charrúa' había sido puesto por otras culturas a las tribus de aquí, cuya lengua y auto designación desconoceríamos. Se trató así de borrar, de quitarle significado e importancia, a nuestra principal cultura originaria".
Y señala: "a este último intento puedo responder desde mi propia experiencia. En todas las conversaciones con pueblos sobrevivientes en el Chaco o la selva subtropical de la región se nos confirma que Chrba era el nombre que se asignaban a sí mismos los primeros pobladores de este suelo oriental, y que Chrba es el nombre que designa a otros integrantes de la misma etnia que poblaron también el Entre Ríos y el Sur de Río Grande do Sul. O sea: los charrúas eran charrúas pese a la historia oficial. Cuando fracasó el intento de devaluar el nombre, se insinuó que quizás los charrúas no eran oriundos de aquí y sólo habitaban el Entre Ríos, y que los primeros cartógrafos al hablar de la Banda de los Charrúas habían confundido la orilla oriental del río Uruguay con la orilla oriental del Paraná. Esto se sostuvo durante la segunda presidencia de Sanguinetti por parte del director del programa 'Nuestro pasado indígena', programa implementado bajo la supervisión del ministro de Cultura profesor Fau y con el apoyo del rector universitario Lichtenstein.¿Los charrúas no eran originarios de este suelo? Desde luego en el Entre Ríos y en Río Grande do Sul también había charrúas, pero el epicentro de su cultura era nuestro suelo oriental. Del mismo modo en nuestro departamento de Soriano había comunidades chanás, a pesar de que el epicentro de la cultura chaná está en suelo 'argentino' y se expande por el delta del Paraná".
Pero se sostuvo por mucho tiempo que los charrúas eran exclusivamente entrerrianos para hacerlos exclusivamente "argentinos", y por el contrario se denominó bohanes, minuanes y guenoas a los charrúas de aquí, ocultando que en realidad eran todos de la misma familia, la macroetnia charrúa, y que estos otros nombres correspondían a linajes, familias extensas, surgidas dentro de la macroetnia, agrega el investigador, quien detalla que "esta teoría que diferenciaba artificialmente a los charrúas de ambas márgenes del río Uruguay resultó insostenible, entre otras cosas, porque nadie pudo explicar qué diferencias hay entre el ecosistema entrerriano y el oriental para afirmar que una cultura quedase en una sola de las márgenes de un río vadeable. Tampoco nadie pudo encontrar una sola diferencia entre los orientales 'minuanes', 'guenoas', 'bohanes' y los 'charrúas entrerrianos'".
Reconocimiento en la Constitución entrerriana
La abogada de la comunidad charrúa Gueguidaibera de Maciá, Adriana Varela, aseguró a AIM que "hay un avance jurídico importante en Entre Ríos", donde se logró la sanción del artículo 33 en la Constitución provincial que reconoce la preexistencia étnica y cultural de sus pueblos originarios, y la prórroga de la ley nacional 26.160 que declara la emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan las comunidades indígenas originarias del país".
Sin embargo destacó que "hay una gran deuda social en referencia al respeto al pueblo nación charrúa" y reclamó "una urgente mirada profunda sobre la verdadera historia entrerriana para que se reivindique de una vez al pueblo charrúa que tanto tuvo que ver en la defensa del territorio".
Varela reflexionó sobre lo que significa ser aborigen u originario de estas tierras en el siglo XXI y contó que "en muchos debates y charlas hemos llegado a la conclusión de que aquel que practica la cosmovisión indígena y practica los principios de los abuelos es el originario del siglo XXI".
Aseveró que "todos los días son los días de reivindicación de la gesta heroica charrúa, de su compromiso histórico por la libertad de estas tierras peleando con Artigas en contra de portugueses y españoles, y por ello debería haber un amplio reconocimiento". Asimismo, consideró que "hoy en día tenemos que avanzar hacia el respeto por una sociedad multicultural que está, aunque no se la quiere ver".
Cuestionó que "la sociedad tiende a no aceptar que todavía estemos, por el hecho de querer instrumentar la identidad de nuestras abuelas y creen que tenemos que andar con taparrabos, cuando hoy en día estamos insertos en esta sociedad occidental pero no dejamos de tener el orgullo identitario de ser pueblos originarios de estas tierras".
Huarpes: renaciendo, que no es poco
Existen en Mendoza once comunidades huarpes que habitan en Lavalle. Actualmente, luchan por lo que les pertenece ante una sociedad que no los apoya, e intentan recuperar las tierras que le fueron quitadas por años de burocracia y corrupción: 740 hectáreas que siempre les pertenecieron.
Luego de la campaña del Desierto y las conquistas se necesitaron títulos, que lógicamente no tenían (todas cosas que antes se arreglaban de palabra, por la buena fe y el compromiso personal). Así, con los avances de la "civilización" sus derechos cambiaron y ya nada volvió a ser como era.
Si bien el gobierno mendocino otorga becas a jóvenes huarpes para que asistan a la facultad, el sistema semi-presencial de la educación media les genera problemas a la hora del ingreso. Sin embargo, quienes asisten a escuelas albergues durante 10 días, después descansan cuatro, lo que les permite dedicarse a las actividades propias de la comunidad, las artesanías o la crianza del ganado menor. La escuela busca actualmente reparar los errores cometidos en el pasado, ya que durante mucho tiempo, la educación tradicional se convirtió en cómplice de los insultos a la identidad huarpe.
Testimonio huarpe en Entre Ríos
Martín Ponce es chef y aunque vive en Colón, sus rasgos denotan su origen. La familia de su madre, Gladys y de su padre, Jorge, tienen raíces huarpes, pueblo que habitó la región de Cuyo durante siglos, pero luego fue olvidado, subsistiendo en un desierto que alguna vez fue vergel. Hoy, los nativos de ese lugar reasumen con fuerza su identidad y reclaman la tierra que les pertenece.
En diálogo con AIM, Ponce destacó que en general, "los alimentos que comíamos en Guaymallén, Mendoza, lugar donde vivíamos cuando éramos chicos, ya tenían la mezcla que les había impuesto la occidentalización, pero lo que sí había y se sentía, era la concepción respecto de la región. Lo que valorizo enormemente es que lo muy poco siempre parecía mucho. La familia fue muy humilde pero había una relación íntima entre la carencia de los alimentos y la creatividad para transformar lo más pequeño en mucho; es decir, multiplicarlo y hacerlo precioso. Me acuerdo del tomaticán, una ensalada que se hacía con tomate, cebollas y huevos, algunas especias y yuyos; era delicioso".
Las palabras de Ponce se testimonian con sus propias creaciones: chef naturista, es capaz de transformar los alimentos de la tierra en el plato más precioso, sano pero a la vez nutritivo.
Para Ponce, "rescatar el pasado indígena es una experiencia que nos toca a todos como sociedad y que en mi generación implica también hacerse cargo de la experiencia dolorosa. Ellos, nuestros antepasados, son seres humanos, hombres y mujeres que han sido despojados de la tierra, de sus afectos, de sus creencias. Despojarse de la tierra –lo único que en un momento tuvieron y que significaba el vínculo con ella, con la naturaleza-, ha sido una experiencia traumática. No era entonces lo mismo que ahora, donde uno se puede comprar un pedazo de tierra pero no entiende qué árboles hay, cuál es el ecosistema que existe. Hoy no se lo pondera ni se lo tiene en cuenta. Todo fue para ellos muy doloroso, y esas huellas aún persisten incluso en nosotros, sus descendientes", afirmó.
Lo que surge ahora "es una forma de hacernos cargo –en alguna medida- de la experiencia dolorosa de nuestros mayores, pero esta vez, creativamente. Lo que me queda y revalorizo enormemente es que lo poco se multiplicó amorosamente y por eso estoy agradecido. Nunca escuché una queja a pesar del despojo y esa experiencia me sirve para transitar mi presente junto a mi compañera y mi hijo".
Ponce se afirmó en su raíz para mirar lejos y continuar el camino. "Que este presente del Bicentenario nos encuentre unidos en el sentimiento que nos inunda y fortalece, como lo es el rescatar y revalorizar nuestras raíces".
Mocovíes: iniciativa en Santa Fe
Un proyecto de ley, cuyo autor es el diputado radical Alfredo Menna (UCR, Santa Fe) plantea quitar del escudo provincial las flechas que indican la derrota de los pueblos originarios y su avasallamiento.
En diálogo con AgenciaFe, Menna señaló que "si bien creo que el gobierno provincial trabaja mucho para terminar con injusticias sociales históricas respecto a los pueblos originarios, resulta fundamental que los santafesinos modifiquemos un escudo que es claramente ofensivo y discriminatorio. Es lamentable que en el año del Bicentenario nuestro símbolo celebre la destrucción de una cultura".
El legislador explicó que el proyecto de ley de su autoría busca cambiar el escudo provincial de Santa Fe, y destacó que la iniciativa cuenta con el apoyo de los rectores Dario Maiorana, de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y Albort Contard de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), docentes universitarios, decanos y una decena de cátedras de antropología de diferentes provincias, estudiantes y, en especial, los pueblos originarios.
En tanto, el concejal Gonzalo del Cerro se refirió al reconocimiento de los derechos "ancestralmente reclamados" y las reinvindicaciones de los pueblos originarios. Sostuvo que "la reforma constitucional de 1994 constituye un antecedente ineludible al reconocer la preexistencia étnica y cultural de los indígenas".
De qué se trata
La propuesta plantea quitar del símbolo provincial las flechas que indican la derrota de los pueblos originarios y su avasallamiento. En Rosario, pueblos originarios, docentes, alumnos y autoridades se instalaron en la plaza Pringles en medio de afiches, dibujos y música.
En uno de los paneles un círculo rojo cruzaba el óvalo del símbolo santafesino cuestionado. Se trata de dos flechas cruzadas con las puntas hacia abajo, a las que corta una lanza victoriosa con la punta hacia arriba.
La punta de la lanza vertical es de plata, lo que aludiría a los caballeros cristianos y aunque la interpretación de derrota por las flechas hacia abajo no es está contenida en ninguna ley, la enseñaban los maestros en las escuelas santafesinas.
"Esto representa una derrota, un avasallamiento de los pueblos originarios y creo que tenemos que corregirlo", explicó Menna. La idea cosechó adhesiones en todos los frentes e impulsa un concurso para la modificación que se busca implementar. "Es para saldar una de las tantas deudas que tenemos con los pueblos originarios", aseguró el diputado. Y dijo que el Bicentenario es el marco ideal para lograrlo.
Discriminación, moneda corriente
En diálogo radial con el locutor Víctor Hugo Morales, el periodista Fernando Bravo se refirió días atrás a los pueblos originarios para contraponerlos con los movimientos sociales. Sobre éstos últimos, dijo que eran "indígenas incivilizados". Y aunque luego pidió disculpas y aclaró que pensó en "salvajes" y le salió "indígenas", la gafe de Bravo demuestra los preconceptos de buena parte de la sociedad.
Bravo puso en evidencia una actitud de discriminación y racismo, que identifica a cualquiera que protesta con un estereotipo que viene desde los fortines: "el indígena es incivilizado, salvaje, gritón, molesto".
Hace unos años, el dirigente de Recrear, Ricardo Lopez Murphy, caratuló a los piqueteros como "los indígenas del siglo XXI". Lo dijo en la ciudad de Neuquén, ante el conflicto intercultural mapuche.
El sitio argentina.indymedia.org , un espacio dedicado a la difusión de noticias de los pueblos originarios, explica que "mas allá de lo evidente, la sociedad envolvente a diario educa en la discriminación".
Bicentenario, nada que festejar
Mariano Moreno escribió en La Gazeta de Buenos Aires, refiriéndose a los pueblos originarios: "desde el descubrimiento empezó la malicia a perseguir unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con opulencia y que prefieren dejar sus pueblos que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas".
Estas palabras, en la consideración de la mayoría, resultan vanas. Es el Bicentenario y a pesar de los 200 años de historia, tenemos que admitir que aprendimos muy poco.
Fuentes:
Sitios:
Abella, Gonzalo. Nuestra raíz charrúa.