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miércoles, 11 de diciembre de 2013

SECRETARIA GENERAL APUNER
TE INFORMA:
 
Compañeros nodocentes de la UNER: Transcribimos articulo sobre los recientes episodios ocurridos tras el reclamo policial. el mismo fue realizado por nuestro compañero nodocente de Rectorado UNER Profesor Gustavo Sirota.
 
Atte.
Hector Coronel
SEc. GRal. APUNER

 

Del argentinazo de 2001 al pillaje instigado. Algunas reflexiones necesarias

Por Gustavo Sirota
  Cuando muchos pícaros malintencionados tratan de establecer paralelismos, de buscar coincidencias o lugares comunes entre aquellos sucesos de 2001 y estos desbordes motorizados detrás de reclamos  - creo que no casuales por la fecha y las formas  - que tienen en algunos sectores de las fuerzas de seguridad su punta de lanza, creo que vale reflexionar haciendo memoria de lo que vivimos los argentinos hace poco más de una década.
    Ya desde hace un par de años se viene atizando el temor a saqueos y desmanes sociales en las cercanías de las fiestas de fin de año. Algunos incidentes menores en las postrimerías de 2011 y 2012 son muestra cabal de lo antedicho. Por ello, insisto, no parece algo espontáneo ni mucho menos producto de las necesidades y carencias de muchos sectores que aún esperan su definitiva reparación en cuanto a redistribución de las bonanzas de este modelo de transformación que ha vivido la Argentina en la última década.
    Por ello es que las imágenes – los mismos medios “independientes” de siempre trasmitiendo en cadena - que mostraban el caos y el pillaje organizado en Córdoba, y que en la noche y madrugada del inicio de esta semana asolaban Concordia, Mar del Plata, Santa Fe y otras ciudades, nos volvían de manera casi refleja a lo sucedido hace poco más de una década atrás.
    “Creo que esto no es hambre…. Es un vandalismo total….” señalaba amargamente un comerciante de la capital del citrus, dejando al descubierto la trama segura de una situación montada tras el reclamo de sectores de la policía provincial que, acuartelados dejan la calle “liberada” a la buena de grupos, sino organizados, al menos incentivados y dispuestos al pillaje.
    Por ellos es que me parece bueno refrescar algunas cuestiones trabajadas y que sirven para tratar de entender este arrebato de furia y destrucción que ocupa la primera plana de los medios.  
    En 2011, al recordar la primera década de los sucesos de 2001, en una nota para UNERNOTICIAS señalaba que aquellas jornadas de diciembre habían sido la manera de “expresar las demandas puntuales defensivas de un cuerpo social atormentado por las más brutales injusticias, represiones, expropiaciones y pérdida de resguardos y derechos”, a la vez que una búsqueda de relegitimar los espacios y representaciones democráticas. Había allí un incipiente ejercicio ciudadano que se construye doblemente, como modo de revocación de la representación ejercida por sus dirigentes, pero a la vez como una re-vocación por la política.
Aquello marcaba un punto de inflexión, después de una década de hegemonía neoliberal, desnudando la profundidad de una crisis que imaginábamos, al menos muchos de nosotros, como el acto final de un modelo de país y sociedad que llegaba a su final.
Las luchas y protestas que por entonces se multiplicaban  por toda la Argentina no eran fruto de la casualidad. La destrucción del aparato productivo, la extranjerización de la economía, el brutal saqueo por parte de los grandes grupos económicos; sumados al deterioro social que “desde el lanzamiento del Plan de Convertibilidad en 1991 multiplicó el desempleo un 200 %. Uno de cada cuatro hogares se encontraba en 1995 debajo de la línea de pobreza”. “los pobres pasaron a más del 27 % en el 2000; en tanto que los indigentes duplicaron su número. Los desocupados y subocupados crecieron de 1.600.000 personas a más de cuatro millones en sólo una década”
No merece agregar aquí nada y menos aún hacer el ejercicio, creo que carente de sentido, de establecer comparaciones con datos de este 2013. Cualquiera que no peque de interesado, o tenga otras intenciones detrás de su análisis, sabe que las dificultades del presente no se corresponden con la tragedia neoliberal de 2001. (Continúa)
Recordemos aquel 2001 con algunos pocos datos de nuestra provincia y de Concepción del Uruguay, objeto de mi estudio en aquella oportunidad. Entre Ríos era, en ese complejo y crítico 2001, uno de los principales focos de conflicto. El atraso salarial para quienes percibían haberes del estado comprendía varios meses. El gobierno había dejado de hacer aportes al Instituto de Obra Social de la Provincia de Entre Ríos – IOSPER – que había declarado en septiembre “el estado de alerta sanitario”.
Concepción del Uruguay no escapaba a esa realidad. Desde Cáritas – institución elegida por la Secretaría de Desarrollo Social de la Municipalidad – se entregaban más de 500 bolsones de comida mensuales, cifra que se cuadriplicó en enero de 2002. Desde la provincia se asistía con distintos programas como el AFAC – Asistencia a Familias Carentes - a “1089 beneficiarios”. El PAM  destinado a “la madre embarazada y su hijo en los dos primeros años de vida” alcanzaba a 250 beneficiarias mensualmente.
Los comedores escolares – alrededor de cincuenta atendidos por unos setenta cocineras - alimentaban “más de tres mil chicos en edad escolar durante el período lectivo y unos mil doscientos en época de receso estival” con un costo por comensal” de “cincuenta centavos”. Uno cada siete concurría a los comedores escolares, y un seis por ciento de ellos lo hacía todo el año.
De más esta decir que cualquiera de estos guarismos lejos, muy lejos, están de la realidad actual. Establecer comparaciones o paralelismos es un ejercicio carente de sentido, y quien lo hiciera estaría actuando de manera falaz o malintencionada.
Por ello es que nos debemos un doble ejercicio de responsabilidad ciudadana y de honestidad intelectual al tratar de analizar el caos inducido, este desborde que esconde otras intencionalidades de aquellos momentos de furia refundadora que vivimos en 2001.
Atizados por el discurso repetido de responder al problema – real por cierto – de la inseguridad con leyes represivas y “mano dura” – gatillo fácil en los más de los casos - , vemos como vecinos se organizan para defenderse de otros vecinos, sacando en muchos casos lo peor de si, de miedo, de bronca y de resentimiento. Unos y otros sin lograr comprender que ambos son instrumentos de la ambición de sectores minoritarios que resisten perder sus privilegios.
Carlos Gabetta, en el editorial de “Le Monde Diplomatique” de febrero de 2002 lo decía con claridad. “el nudo de la crisis no es económico sino político... y la sociedad despertada en forma brutal de su sueño adolescente ha identificado de un día para otro a los responsables: la dirigencia política, sindical, corporativa... ha compartido con ella al menos un cuarto de siglo las premisas del modelo y ahora reclama los derechos perdidos”
Ya en el año 1998 Altamirano definía muy bien esta encrucijada a la que fueron empujados millones por la ineptitud y la incapacidad de sus “dirigentes”, al señalar “que por primera vez la política no es asistida por una visión teleológica de la historia, ni del progreso... la caída de la idea de futuro, asociada a la crisis de la idea de progreso, trastorna el modo en que habitualmente nos hemos representado la política”
Cerraba aquella nota con el recuerdo que “el 18 de diciembre – de 2001 -  los vidrios rotos del supermercado Impulso iniciaban un nuevo ciclo”.
Por el contrario los sucesos de este diciembre solo muestran lo peor de algunos sectores minoritarios, que montados a reclamos que pueden ser legítimos, solo buscan servir sus fines y objetivos particulares.
Nostálgicos de un pasado que no vuelve, muestran su desprecio por  la vida dejando tras si un saldo trágico de odio y muerte. Pretenden con el caos y la zozobra instalar su discurso de cara a una sociedad que se debate entre lo nuevo que se está construyendo y lo viejo que se resiste a morir.

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