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viernes, 25 de junio de 2010

Belgrano intangible



(APe).- Un redactor (y un locutor) de la cadena nacional se equivocaron este domingo 20 de junio y anunciaron, desde Rosario, a todo el país, que se estaba conmemorando “el 198º aniversario de la creación de nuestra enseña nacional”. Pero también se equivocaron, a nuestro entender, los funcionarios de Educación que dispusieron que en las escuelas se celebrara el Día de la Bandera el viernes 18 (para no interrumpir el fin de semana largo), y los que acataron entusiastas el feriado nacional del 21 de junio (otorgado en compensación no se sabe de qué).

Sería muy sencillo -y de sentido común- dejar las cosas como estaban hace medio siglo, legislando y decretando que las fechas patrias no se pueden mover, por ningún motivo. Sólo así se les podría devolver su fuerza simbólica y su sentido.

Aunque pedir sentido común a la burocracia del Estado es como pedir espíritu patriótico a un comerciante. “El comerciante -escribió Manuel Belgrano en su Autobiografía- no conoce más patria, ni más rey, ni más religión que su interés propio; cuanto trabaja, sea bajo el aspecto que lo presente, no tiene otro objeto, ni otra mira que aquél…”


Robos, subastas y memoria

No falta mucho -intuímos- para que en alguna subasta internacional se exhiba y ponga a la venta el reloj de oro con cadena y brillantes, obsequio de Jorge III de Inglaterra, que Belgrano entregó en su lecho de muerte, a falta de otros recursos, al médico Joseph Readhead, en reconocimiento a sus servicios. La joya fue robada en 2007 del Museo Histórico Nacional.

El año antes, un par de pistolas artesanales obsequiadas a Belgrano después de la batalla de Salta, que por esas vueltas de la vida habían ido a parar a la caja fuerte de un Secretario del Tesoro norteamericano, fueron rematadas en Christie’s por 374.400 dólares. “Éstas son piezas vinculadas de manera íntima a la historia argentina, que lamentablemente no han estado en ese país por más de 150 años” dijo a la prensa Connor Fitzgerald, asesor del coleccionista particular que ofrecía las piezas. Sus palabras podrían repetirse, muy pronto, para fundamentar la tasación del reloj robado hace tres años al Museo Histórico Nacional.

Imaginamos a Ricky Fort o a un personaje por el estilo, con lágrimas en los ojos, adquiriendo el reloj de Belgrano en la subasta, y trayéndolo de nuevo a casa. A su casa particular, claro. No al museo público. “Porque los museos argentinos (le pagará a un periodista para que lo escriba) carecen de seguridad museística…”


Las escuelas postergadas

Ya es parte de nuestro folklore -y de nuestra tristeza- la historia de las cuatro escuelas del NOA que mandó a crear Belgrano, donando cuarenta mil pesos fuertes que había recibido de Buenos Aires, en reconocimiento por el triunfo de Salta. La más norteña de esas escuelas -la de Tarija, Bolivia- fue construida por el Estado argentino recién en 1974. Las de Salta y Santiago del Estero, en 1997. Y la última, la de Jujuy, en 2004.

Si aquellos cuarenta mil pesos fuertes de 1813 hubieran sido puestos en un banco, todavía hoy los descendientes de Belgrano estarían viviendo de los intereses. Pero Belgrano era un visionario y un militante, y el único interés que tuvo en su vida fue el supremo interés de su pueblo y de su patria.


Apropiaciones indebidas

El despojo al prócer comenzó hace mucho. En la República del Centenario, por ejemplo, cuando se exhumaron los restos de Belgrano para inaugurar el panteón en Santo Domingo. Dos ministros de Roca -Joaquín V. González y Pablo Riccheri- que intentaron guardarse como reliquias algunas piezas dentales de esos restos, fueron descubiertos y debieron devolverlas.

Pero la apropiación física de la memoria de Belgrano -sus cosas, sus huesos- no ha sido tan grave como la apropiación intelectual (y política) de su vida y de su legado.

En su obra póstuma Grandes y Pequeños Hombres del Plata, Juan Bautista Alberdi denuncia, aportando su propio testimonio y el de Sarmiento, que la monumental Historia de Belgrano, de Mitre, fue un trabajo ideado y comenzado por Andrés Lamas, quien desde Río de Janeiro -donde se hallaba en misión diplomática- le pidió a su amigo Bartolo que le copiara cierta documentación a la que él no tenía acceso. Mitre, según Alberdi, nunca envió esas copias a Lamas, aconsejándole no publicar su trabajo sobre Belgrano. Acto seguido, se lanzó él mismo a escribir la biografía del prócer de Mayo, con la abundante documentación disponible en Buenos Aires.

Sin embargo, la gran crítica que Alberdi le hace al “Belgrano” de Mitre es el propósito de hacer leer como una derrota la expedición porteña al Paraguay. Los reveses de Belgrano, entonces, fueron “vengados” luego por la guerra de la Triple Alianza (auténtico genocidio, del que nunca pudo recuperarse completamente la república guaraní).

Otra distorsión en la valoración histórica de Belgrano, fue tomar como un delirio su propuesta -expresada en la reunión secreta del 6 de julio de 1816, en el Congreso de Tucumán- de instalar en el sur de América una monarquía incaica, tomando la línea de descendencia de José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru), en la persona de su hermano menor Juan Bautista, que vivía protegido por Rivadavia en Buenos Aires.

Por otra parte, debió pasar siglo y medio para que comenzara a estudiarse el pensamiento económico del prócer. No es dato muy conocido que ya en 1790 Manuel Belgrano había sido designado presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca. Ni que en 1794 tradujo el ensayo de Quesnay Máximas generales del gobierno económico de un reino agrícola, que es la fuente de influencia fisiocrática más clara que llegó al Río de la Plata.

La Fisiocracia -reconocida por Marx como antecedente de la ciencia económica- sostiene que el único sector que genera riqueza es el agrícola, y se apoya en la convicción de que existe un orden en la naturaleza, un orden que no debe ser quebrado por la acción del hombre. Pensemos, por lo menos, si no valdría la pena debatir esos enunciados.

Hay que volver a Belgrano, qué duda cabe. Tenemos que releerlo y reaprenderlo. Nos debemos todavía, aquí en el río de la Plata, una recopilación comentada y anotada de las Actas del Consulado. ¿Habrá que esperar otros 200 años?

Que Interpol y las aduanas del mundo se ocupen de recuperar los objetos y piezas del patrimonio público robadas. El resto, los que no pertenecemos a la policía, a las agencias de detectives ni a las compañías de seguros, tratemos de que no se pierda el Belgrano intangible, ese Belgrano no traicionable ni comerciable, que es el que más importa.

Por Oscar Taffetani
Jueves, 24 de Junio de 2010





Foto: Juan Cruz Ordóñez
A veces sólo hace falta mirar el cielo: En ese mundo tan cambiante, pueden verse las formas y símbolos más diversos. Uno hace el encuadre, el cielo dibuja. Y esa noche nos regaló la bandera Argentina. No fue un 20 de junio, pero allí estaba, a la vista de todos.
















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