“En el arte dejamos o intentamos dejar todo lo que somos y nos pertenece”
“Creo que me inspira la música, la pintura en general, incluso el mundo que nos rodea. Encontrarse con la gente, con la energía de las cosas. Todo afecta el trabajo y el mundo que te pertenece”.
“Lo que me pasa con los colores es que busco una simplificación y un impacto, no sé si tanto pensado en el que mira como en el sistema de trabajo. Me parece que se crea un juego interesante y más minimalista. Entonces las cosas que aparecen me interesan, me interesa también el resultado, es como que el cuadro se te viene encima, por lo menos eso me pasa a mí cuando el cuadro tiene vida e impacta. Además tiene que ver con la simplificación del manejo del color y ver cómo se juega con el color y con la figura. Si bien a la figura por ahí la encuentro sin pensar, no la busco, la descubro. Pretendo descubrir lo que el cuadro te ofrece, estar sometido a lo que te está diciendo y no someter al cuadro al deseo”.
Javier Solari ha realizado dos producciones audiovisuales: el documental Asiain de 52 minutos (sobre el artista plástico Carlos Asiain) y La tristeza de Mustafá, una ficción de 29 minutos.
La tristeza de Mustafá, cuenta con las actuaciones de Marcelo Estebecorena, Elba Neme, Paula Righelato, Malena Salzman, Milena Berlatzky y Diego Páramo, y es para el autor un “western novelesco casi mudo”.
Este artista transita con igual pasión los lenguajes de la música y del cine, está muy contento con el mediometraje que resultó sencillo tras ser elaborado con pocos materiales. Con la faceta audiovisual, Solari aborda imágenes e historias desde lo pictórico, lo sonoro y lo literario.
“Filmar es como pintar: uno puede abrir y cerrar el juego”
“Los grandes cineastas que me gustan saben trabajar muy bien el silencio y la música. Me gusta el silencio y todo lo que puede aparecer alrededor: escuchar la música del silencio”
La tristeza de Mustafá es una confusión que está muy clara: es una especie de telenovela western. La película es la visión del personaje y su mundo interno, lejos de los convencionalismos que explican el mundo.
“Asiain es Asiain. Carlos maneja muy bien el lenguaje, es la historia de la ciudad y la magia, sabiamente”.
“Las dos películas se fueron generando a sí mismas y los procesos estuvieron muy buenos”
“Lo más importante y difícil es saber cuándo callarse, porque primero uno quiere contar el universo en una gran novela filosófica, profunda, humorística y social que termina siendo una bola de pelos. Está bueno contar con otros lenguajes más discretos y elegantes”
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