“En torno al Bicentenario”
Algunas reflexiones acerca del rol de la Universidad
Señalaba, en uno de los actos escolares que me ha tocado en estos días ser parte, como “cada año, al recordarse un nuevo aniversario de la revolución de mayo, largos y tediosos discursos que nada dicen tratan de explicar el significado de aquella gesta. Aburridos actos escolares con sus respectivos negritos, vendedores de velas y lavanderas; el infaltable desfile. Después otra vez la rutina cotidiana, guardando escarapela y bandera – vincha o camiseta si hay mundial de futbol - hasta otro momento en el cual la historia y los próceres vuelvan a reclamar su “patriótica” presencia”.
No resulta casualidad esta desconexión entre pasado y presente. Hobsbawn precisa acertadamente “La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo XX. En su mayor parte los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo creen en una suerte de presente sin relación con el pasado del tiempo que viven”.
Es que debemos necesariamente reprensar la historia, construir una historia que no sea una recorrida por una galería de momias, de bronces sin vida, sin pasiones, sin ideas. Necesitamos una historia que no solo mire al pasado como objeto de estudio, sino que nos permita traerla al hoy, para comprender el presente, pero por sobre todo para poder desde allí imaginar el mañana.
Eduardo Galeano, en “Las venas abiertas” con su habitual sabiduría: “cuesta arriba que se me hace leer algunas obras valiosas…escritas en código. El lenguaje hermético no siempre es el precio inevitable de la profundidad. Puede esconder simplemente una incapacidad de comunicación elevada a la categoría de virtud intelectual…sospecho que el aburrimiento sirve así para bendecir el orden establecido, confirma que el conocimiento es un privilegio de las élites”.
Es que trasmitir conocimientos, divulgar saberes, resulta muchas veces una tarea compleja, difícil, a contramano de muchas prácticas académicas, no casualmente instituidas como dogmas por quienes toman como propio – aunque crean estar en las antípodas – los saberes y prácticas de los sectores dominantes.
Entonces no resulta casual que a nuestros niños y jóvenes les pase con la historia “lo mismo que a los adultos cuando llegan a una reunión en las que personas que no conocen hablan de temas desconocidos” Se sienten fuera, extraños, no se sienten incluidos, “no tienen marco referencial que pueda integrarlos a la charla y por lo tanto pierden todo interés”.
El interrogante que nos atraviesa guarda relación con una cuestión no menor, pero que generalmente no aparece como parte de la agenda universitaria. Como cambiar esto, como lograra ganar el interés frente a una historia que aparece ajena, lejana, vacía, sin sentido, donde lo que se nos presenta no guarda ninguna relación con el aquí y ahora, descontextualizada de nuestra cotidianeidad. Como dicen los adolescentes, resulta simplemente “historia y nada”.
Como docente / divulgador siento que – tomo a Edgardo Ossanna - “uno de los problemas que muchas veces nos acucia y nos preocupa es la preocupación / despreocupación de los alumnos por el estudio de la historia…”, lo cual nos posiciona desde un lugar distinto en cada caso, sitio que construimos a partir de nuestro compromiso y nuestras aspiraciones.
Aquí hago un alto y proyecto dos ideas fuerza que me han movilizado en los últimos años en cuanto a trabajador de la educación comprometido con mi tierra y con mi tiempo. La necesidad de que los contenidos tengan que ver con nosotros, trabajar la historia propia, regional, local y traerla a cada momento al presente, hacerla viva, que tenga sentido y que sea valiosa para repensar el presente, para transformarlo.
Pensar desde nuestro lugar desde otro lugar requiere no solo audacia y convicción, Requiere, como bien asevera Anibal Ford en “Desde la orilla de la ciencia. Ensayos sobre identidad, cultura y territorio”, un “instrumental teórico conceptual que recupere las resistencias culturales, las manifestaciones políticas, las gestas, la literatura, las formas de conocimientos y las mentalidades populares, los testimonios, las microhistorias, las fiestas, los pequeños o grandes episodios de dignidad, los saberes que están en las orillas de las ciencias”.
Es tiempo ya de pensar con cabeza propia. Simón Rodríguez, el maestro de Bolivar, profetizaba hace 200 años “o creamos o erramos”, preanunciando “la hora americana” que alumbraba el movimiento de Córdoba del 18. Pensar desde América Latina, pero con ideas propias, con “cabeza americana”.
Sentenciaba aquel gran revolucionario y ejemplo de americano, José Martí. “El buen gobernante no es el que sabe como se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con que elementos está hecho su país…éramos una máscara con los calzones de Inglaterra, con el chaleco parisiense, el chaquetón de Norte América y la montera de España… éramos charreteras y togas en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. Ni el libro europeo ni el libro yanquee daban la clave del enigma hispanoamericano”.
Y aquí, creo, juega el papel de la Universidad. Alcira Argumedo nos enseña. “En América Latina, solo en las universidades existe la masa crítica del conocimiento transdisciplinario” que permita quebrar la lógica que reproduce el modelo capitalista hegemónico.
Lo que la Universidad necesita es, retomo a Argumedo, “crear cabezas transdisciplinarias que permitan dejar atrás la lógica anacrónica de una universidad donde el conocimiento esta híper segmentado y, por lo tanto, desde ninguno de estos segmentos se puede ver la totalidad”. Este reduccionismos no es inocente, lleva incito una carga ideológica fundamental y ha sido la llave maestra de nuestra colonización / dominación cultural.
Debemos entonces “Descolonizar las universidades para contribuir a la lucha por la descolonización del poder” como bien argumenta Pablo Gentili, construyendo, sigo tomando palabras de Gentili “Universidades democráticas que constituyan un espacio de producción y difusión de los conocimientos socialmente necesarios para comprender y transformar el mundo en que vivimos, entenderlo de formas diversas y abiertas…que nos ayudan a leer el mundo, a comprenderlo e imaginarlo…donde se pueda luchar contra los dogmas que imponen los poderosos… contra el autismo intelectual que nos proponen los dueños del poder y replican sus mediocres acólitos, ocultos tras la toga de la prepotencia”.
Entonces, sí tendrá sentido este bicentenario, habremos corrido el eje que nos alejaba del que, del como y del para que trabajar estas temáticas dentro de las aulas y sobre todo en lo cotidiano, en cada lugar, en cada espacio, en cada ámbito donde podamos llegar con nuestra palabra, con nuestras ideas, con nuestra producción.
Termino trayendo nuevamente a Gentili. “La Universidad debe ser un espacio de utopías, pero para ello debe replantearse a si misma, debe constituirse como espacio público de producción e invención de utopías”. En este caso una utopia que desde hace dos siglos nos convoca a construir, como sentenciara Artigas, una sociedad “donde los más infelices sean los privilegiados”.
Gustavo Sirota
Profesor de Historia
Personal Administrativo y de Servicios
Rectorado - UNER
excelente lo del compañero sirota muy bueno y sigan mostrando actividades de los no docentes. gracias el blog esta buenisimo
ResponderBorrarpero entonces artigas era un avanzado para su epoca porque despues lo uso peron y evita y todos los politicos que les siguieron fantastico todo los dias aprendemos algo
ResponderBorrarsi, si amigo gustavo... ocurre que, como por allí discutimos con algún compañero, la universidad es un sitio conservador por excelencia, un lugar que reproduce el modelo de mercado... en fin... leer y releer porfa el manifiesto del 18 aprovechando la fecha. un saludo
ResponderBorrarMe parece muy válido el planteo compañero Sirota.
ResponderBorrarMe interesaría seguir leyendo sus aportes, pero debo ser sincero y decirle que me resulta excesivo el uso de citas que usted hace a lo largo de este texto. Usted posee la capacidad suficiente como para reformular algunas de las ideas de los autores que usted toma y plantearlas desde su óptica. En cierto punto concuerdo con eso de que "algunos ya dijeron de la mejor forma posible aquello que quiero decir", pero creo sumamente enriquecedor reformular ideas, replantearlas en función del presente y en base a nuestra realidad dentro de nuestra Universidad.